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Siempre me ha fascinado la forma en que están ligados los
estímulos olfativos al actuar de un depredador. Me cuesta creer que haya
desperdiciando tantos días aburriéndome, anegado en la rutina, cuando lo único
que necesitaba para resucitar mí delirio, ese que tan exquisitamente me controla,
era el aroma de un perfume de mujer. Supongo que así somos los artistas, a veces nos olvidamos que no hay mejor forma de inspiración que simplemente aspirar el entorno.
Hoy ha venido a la oficina la nueva
recepcionista, y la bienvenida que le he dado, con ese efusivo beso en la
mejilla, se debe a que al verla, y especialmente al olerla, sentí de nuevo ese deseo vanidoso de alterar a la prensa con una de mis obras de arte. Sí, ella será un buen lienzo. Espero que para esta ocasión logre superar el revuelo de mis cinco obras anteriores. Me encanta que mi nombre artístico, el que los medios me han dado, produzca pavor al resonar por todos lados.
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